Kepa Onaindia. Ex-padre de alumnos/as y ex-trabajador de la ikastola.
Conoció la ikastola de los años setenta del siglo pasado como padre. Más tarde ocuparía el puesto de mantenimiento en Kurutziaga durante quince años. Ya van otros quince desde que se retiró y aún sigue viniendo a diario con sus nietas. Si habéis comido castañas en algún acto de la ikastola, muy probablemente serían obra de Kepa. Este mismo viernes volverá a avivar el fuego para las castañas en la celebración del Euskararen Eguna en Kurutziaga.
Empecemos por el principio: ¿Cuál fue tu primer contacto con la ikastola Kurutziaga?
Aún no erea padre de la ikastola. La ikastola estaba en construcción y me llamaron para que les echara una mano con una comida, ya que por aquel entonces se trabajaba sábados e incluso algunos domingos, todo voluntario. Yo soy de Markina así que apenas conocía a nadie en Durango pero por medio de mi mujer (Nekane Bereziartu, librera de Hitz Liburudenda durante años) entré en contacto con unos y otros. Después vino la familia y ya pasé a conocer la ikastola desde el otro lado.
En aquellos tiempos apostar por la ikastola Kurutziaga no era opción más fácil…
Para nada. Todo estaba por hacer. Primero, había que poner bastante dinero y, después, siempre había algo que hacer. Muy pronto entré en la Junta y aquello era un no parar: que si txosna en Sanfaustos, que si rifas… Pero eran otros tiempos y otro ambiente. Imagínate hasta que punto que para la txosna de Sanfaustos un responsable del Eroski de entonces nos dejaba la llave para que fuéramos a la hora que fuera, cogiéramos lo necesario y lo dejáramos apuntado. Lo mismo con un carnicero que nos dejaba la llave de su carnicería. Hoy en día es impensable, pero así era. Existía el convicción y con eso valía.
¿Cuántos tacos de rifas habrás vendido?
¡Y cuántas anécdotas! Me acuerdo de un domingo con Jabier Bizkarra, que por la mañana fuimos a Etxebarri a vender rifas a las pruebas de bueyes. Por la tarde nos fuimos a San Mamés, que había partido del Athletic. No nos dejaron entrar para vender las rifas de modo que nos quedamos fuera a venderlas. Fíjate que tiempos eran que había por allí varias dotaciones de los Grises, la policía armada de la época. Bizkarra me dijo que si conseguíamos que el teniente nos comprara una rifa el resto se vendían solas. Ni cortos ni perezosos, allá que vamos a donde el teniente. No sé seguro si se sorteaba un Renault 5 y un garaje o algo por el estilo. ¡Bizkarra acertó! El teniente nos compró un par de ellas, y los demás, que también querían. ¡Volvimos de San Mamés después de haber vendido un taco de rifas a favor de la ikastola a los Grises!
Las reuniones de la Junta también debían de ser maratonianas…
Solían ser entre semana. A menudo nos daban la una de la madrugada o más. Yo de pedagogía no entendía mucho pero éramos conscientes de que queríamos otro tipo de educación para nuestras hijas e hijos y ese era nuestro motor.
Años después, entrarías a trabajar en la ikastola en mantenimiento.
Hace ahora treinta años. Guardo muy buenos recuerdos. Eso no significa que todo haya sido una alegría constante, para nada. En un sitio como la ikastola donde se junta tanta gente de todo tipo, siempre hay altibajos. Y los problemas de la ikastola eran mis problemas, porque llega un punto en el que, lo llevas tan dentro que no es fácil separar lo uno de lo otro. Pero yo he sido feliz aquí. Siempre me he llevado bien con las profesoras, con el resto del personal…
¿Y con los alumnos y alumnas?
También. Una bronca que otra habría caído pero yo nunca me he enfadado con un niño o una niña. Si es que te hacían una puñeta y al de cinco minutos igual te venían que si se les había pinchado el balón, que si esto, que si lo otro…
Parece que te costó jubilarte.
El caso es que yo ya había preparado los papeles para prejubilarme para unas Navidades. Pasó que la ikastola no atravesaba sus mejores momentos así que el nuevo director me pidió que me quedara hasta fin de curso. Hice ese y otro años más. Y a gusto.
¿Ha cambiado mucho la ikastola desde entonces?
Ha crecido mucho. Ya queda muy poca gente de cuando yo trabajaba aquí. Cuando yo entré como padre se tiraba mucho de corazón, pero la ikastola necesita de gente preparada, y la gente ahora está más y mejor preparada. Pero ese latido del corazón sigue siendo necesario.
El viernes vuelves a asar castañas a Kurutziaga.
Y todos los años también voy a la Ikastola Ibaizabal. Y en enero Gaztainerre Eguna… ¡Encantado de venir cuando me llamen!